Prevención Primaria:
Se
debe evitar que comience cualquier maltrato de menores a través de vecindarios
estables, la unión familiar, la igualdad de los ingresos económicos, evitar la
inseguridad económica, el aislamiento familiar y la paternidad adolescente.
Prevención Secundaria:
Se
ha de detectar familias problemáticas, sin estigmatizarlas como incompetentes.
En la intervención no se debe reforzar los patrones familiares típicos que
dañan a los menores, ni crear un sentimiento de desamparo en los mismos
miembros de la familia, llevándolos a confiar en extraños.
Prevención Terciaria:
La
intervención para reducir el daño provocado por el maltrato real, en algunas
ocasiones es demasiado tarde. La hospitalización daña la relación entre padres
e hijos, creando conflictos interpersonales y afectivos.
Así
pues, se debe proteger al menor y separarlo de la familia cuando sea necesario.
Se llevará a cabo una planificación de
permanencia donde se establezcan los objetivos y un calendario con los padres
de rehabilitación (estableciendo nuevos patrones de interacción). Mientras
tanto buscar un hogar sustituto o adoptivo hasta la madurez del menor. Esto es
preciso ya que los niños y niñas necesitan estabilidad y continuidad de los
cuidados y figuras afectivas.
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